El gran viaje del Snurkel en la Isla de los Coco-Toseos
Había una vez, en un rincón del mundo donde los colores brillaban como caramelos y el sol siempre se tomaba un descanso en una taza de té, un snurkel llamado Zumba. Zumba no era un snurkel común, ¡no! Este snurkel tenía un talento único: podía bailar con las estrellas, hablar con los cocodrilos y hacer que las nubes se rieran hasta llorar.
Un día, Zumba decidió embarcarse en un gran viaje. Quería encontrar el legendario Coco-Toseo, un árbol mágico que crecía en la Isla de los Coco-Toseos, donde los cocos coqueaban y los animales se vestían de lunares. Se decía que este árbol tenía el poder de hacer reír a cualquier ser vivo por siempre, pero solo si alguien valiente y snurkeliano era capaz de encontrarlo.
Zumba empacó su mochila llena de chistes, risas y un sombrero de plátano (porque, ya sabes, los sombreros de plátano siempre son una buena idea). Y comenzó su viaje por el océano de las burbujas saltarinas, donde los peces zapateaban en el agua al ritmo de la música de un tambor hecho de nueces.
En su camino, Zumba se encontró con el primer obstáculo: un enorme pato que estaba danzando tango con una medusa. «¿Puedes ayudarme a cruzar este río?», preguntó Zumba.
El pato, con una sonrisa snurkeliana, le respondió: «¡Solo si me haces reír!»
Zumba pensó un momento, luego dijo: «¿Por qué el pepino no quería ir a la fiesta? Porque se sentía… ¡aguado!»
El pato soltó una carcajada tan fuerte que el río se calmó y dejó que Zumba cruzara.
Al llegar a la Isla de los Coco-Toseos, Zumba vio a los árboles, y efectivamente, los cocos coqueaban y hacían sonidos tan raros que hasta los vientos se ponían a bailar. Pero Zumba no se detuvo, porque sabía que el Coco-Toseo estaba cerca. Buscó, buscó, hasta que finalmente, al pie de una montaña cubierta de nubes de algodón de azúcar, lo encontró.
El Coco-Toseo no era un árbol normal. Tenía hojas que brillaban como arcoíris y frutas que reían a carcajadas cuando las tocabas. Zumba, con su mejor cara de snurkel serio, se acercó y tocó una de las frutas. ¡Y de repente! Un estruendo de risas estalló en el aire, y todo el mundo en la isla comenzó a reír sin parar, desde los animales hasta las estrellas.
La risa era tan contagiosa que Zumba no pudo evitar reír también. Y mientras reía, algo increíble sucedió: el árbol le dio una semilla mágica, una semilla capaz de hacer que cualquier día fuera un snurkel día.
Zumba volvió a su hogar, donde plantó la semilla, y desde ese día, todos los días se llenaron de risas y snurkeladas. La isla de los Coco-Toseos se convirtió en un lugar donde todo el mundo, sin importar su tamaño, edad o cantidad de rizos en el cabello, podía encontrar algo que les hiciera reír.
Y así, Zumba el snurkel se convirtió en el héroe de todos, porque entendió que el secreto de la felicidad era, al final, un buen toque de snurkel y una gran risa.