Cucu-Flight y la invasión de los pantalones voladores

Cucu-Flight

Una mañana cualquiera que olía a chicle derretido con un toque de viento de mermelada, el cielo de la Isla de los Coco-Toseos empezó a hacer “¡CU-CU! ¡CU-CU!”, en estéreo cuádruple.

Zumba se despertó con una tostada en la cara.
Plúpido se escondió en una zapatilla inflable.
Pato-Cactus se puso sus gafas de sol, aunque era de noche.
Y Platanodrilo… estaba escribiendo su autobiografía con plátano líquido.

Entonces apareció, descendiendo en picado, girando en espiral, chillando como un despertador loco:
¡CUCU-FLIGHT!

Era un pájaro-motor con alas de papel de regalo, hélices en las orejas, y una mochila de botones que hacía “¡pop!” cada vez que decía “¡tostadora!”. Llevaba una bufanda de salchichas y sus zapatos eran, claramente, magdalenas.

—¡CUCU-FLIGHT A LA VISTA! ¡MODO ATERRIZAJE DESORDENADO! —gritó mientras chocaba contra una nube y se le cayó un ala de repuesto.

Zumba saltó de alegría.

—¡Eres tú! ¡Mi viejo amigo del cielo que nunca tuvo GPS!

Pato-Cactus sacó una espina y la usó como micrófono.

—¿Por qué haces tanto ruido, pájaro helicóptero?

—¡Porque si no hago ruido, me convierto en yogur! —dijo Cucu-Flight, mientras le salían globos del pico.

Pero justo en ese momento… ¡CRASH! ¡ZAS! ¡POF!
¡Del cielo cayeron cientos de pantalones voladores!

—¡EMERGENCIA SNURKELIANA! —gritó Plúpido, tapándose los ojos con guantes.

Los pantalones tenían alas y perseguían a todo el mundo para que se los pusieran. Algunos eran de rayas. Otros hablaban alemán. Uno tenía bigote.

Cucu-Flight, sin dudar, se subió sobre su propia sombra y gritó:

—¡Yo los traje sin querer! ¡Estaban haciendo huelga en el cielo! ¡PERO AHORA, LOS DOMARÉ CON LA DANZA DEL VIENTO AZUL!

Y empezó a volar haciendo figuras imposibles: un ocho dormido, un pez con sombrero, una zanahoria bailarina. Los pantalones se rindieron, aplaudieron y se fueron a trabajar como cortinas de una pastelería.

Zumba le abrazó con los brazos, las piernas y el alma.

—¡Te quedas con nosotros, Cucu-Flight! ¡Eres oficial del escuadrón de los días imposibles!

Y Cucu-Flight, sacando una banana de su oreja, dijo:

—Acepto… solo si me dais un abrigo hecho de puzzles.

¡Y se lo dieron!

Desde entonces, Cucu-Flight vive con ellos. A veces se cae del cielo por diversión, a veces les lee cuentos escritos en aire, y siempre, siempre, hace que el viento suene como una risa feliz.

Epílogo:

Una niña que escuchó esta historia dijo:

—Mamá, yo quiero tener hélices en las orejas y un abrigo de puzzles.

Y la mamá, con voz suave, respondió:

—Entonces, mi pequeña, tú ya eres… ¡una snurkeliana!